Fui soltando margaritas en el camino hacia tus ojos
por si acaso me arrepentía y prefería volver,
pero sin darme cuenta
fuiste borrando el camino con tus mentiras - que yo, como una estúpida me creí -
y cuando tú te fuiste del todo
yo no supe volver
y me quedé entre la realidad
y los acordes de tu guitarra.
Desde entonces no he vuelto a ser persona
y, si te fijas bien
aún puedes ver tu reflejo en mis pupilas.
La soledad se apodera de ti
de tu mente y tu vida
como si fueras un muñeco de trapo,
y mágicamente
todo aquello en lo que soñabas
en lo que aspirabas
pierde valor.
Ya nada te anima como antes
y ni siquiera su canción te hace llorar.
Ya no sientes nada.
Tus ojos han perdido el brillo.
¿Qué te ha pasado?
Se te rompió la voz.
Sabes que no puedes seguir así
debes abandonar aquello que te hace daño
pero, ¿qué hacer
cuando lo único que quieres
es lo que te daña?
Mírame a los ojos
y dime que me has olvidado.
Dime que no piensas en mi
cuando besas a otra,
que no te acuerdas
de los lunares de mi espalda.
Dime que no hay canciones
que te recuerden a mi,
y que has olvidado los lugares
donde nos quisimos.
Dime que tu luna
no lleva mi nombre,
y que no sonríes
cuando recuerdas
el tacto de mi piel
sobre la tuya.
Dime que no se te acelera el pulso
cuando escuchas mi voz
diciendo tu nombre,
y que no darías nada
por volver a morder mis labios.
Mírame a los ojos
y dime que ya no me quieres,
y entonces,
sólo entonces,
dejaré de intentarlo.
Andabas buscando tan sólo un poco de cariño,
alguien en quien confiar,
alguien que se preocupara por ti.
Y entonces llamé a la puerta de tu vida,
y me hiciste un hueco.
Convertí tus inseguridades en virtudes,
tus miedos en valor,
y tus lágrimas en sonrisas.
Te enseñé a vivir como yo siempre quise hacerlo.
Y ahora que eres alguien nuevo,
ahora que eres capaz de seguir sólo,
ahora que has encontrado el amor,
y lo que siempre andaste buscando -que para mi desgracia,
nunca fui yo.-
me daré la vuelta
y me iré por donde vine,
deseando que nunca mires atrás
para que no te des cuenta
de que sigo aquí, esperándote.
Empecé a asustarme cuando me descubrí a mí misma escribiendo tu nombre en un cuaderno, y cuando me fijé en que siempre eras tú el protagonista de mis sueños.
Me fijé en cada detalle de ti, y me acabé enamorando de esas pequeñas cosas que hacen que seas tú. De la fragilidad de tu voz cuando lloras, y de cómo se te rasgan de los ojos cada vez que te ríes.
Sé que podrías hacer conmigo lo que quisieras -porque sólo tú me creas y me destruyes- y quizás sea ese el mayor de mis temores.
Quizás el error fue mio
al pensar que en algún momento
fui importante para ti.
Nunca fui de las que arrancaban pétalos
cantando "me quiere, no me quiere"
pero por ti lo hubiera dado todo.
Ojalá me lo hubieras pedido.
No encajábamos del todo
y yo quise cambiar,
pero no puedes forzar las piezas de un puzzle,
así que decidí meterlo en la caja y subirlo encima del armario,
allí donde tarde o temprano se acabará olvidando.
Y si no puedo quererte agusto
te querré en silencio.
Pero yo no te dejaré de querer
ni aunque el corazón me deje de latir.
Cuando te fuiste
las estrellas dejaron de brillar,
todas las canciones -excepto esa que me hace pensar en ti-
perdieron sus acordes.
Las farolas de mi calle dejaron de brillar desde que no te ven.
El alcohol se convirtió en mi fiel compañero,
y en el suelo de mi cuarto ya no está tu ropa, sino botellas, como nosotros, sin acabar -porque cariño, me niego a admitir que lo nuestro ha terminado.
Ahora me despierto con resaca, no con tus manos sobre mis caderas,
y mi cama se ha hecho grande desde que no me haces el amor en ella.
Y es que desde que te fuiste, el amor perdió su significado
y ahora no tiene cojones de recordarlo -o tal vez yo no tengo cojones de olvidarte.
